... que la circunda, sobre todo a la hora del atardecer, cuando las viejas piedras se vuelven doradas y contrastan con el mar de verdor formado por vides, olivos, pinos, cipreses y plátanos de indias. A pesar de que no es tan rica en monumentos como la cercana Volterra, su casco urbano es una preciosidad medieval bien conservada que guarda en su centro la Piazza Grande, con magníficos palacios, el Duomo de Santa Maria Assunta y el Pozo de los Grifos, construido bajo el gobierno del magnífico Cosme I de Médicis, Gran Duque de Toscana.

Sin embargo, la mayor sorpresa de Montepulciano nos aguarda en una bellísima explanada situada en la base de la colina en la que la ciudad se alza y a la que llega por dos caminos convergentes, tan encantadores para el paseo sosegado que es inevitable recorrer los dos, uno a la bajada y el otro a la subida. Se trata del Santuario de la Madonna de San Biagio, un enorme templo con planta de cruz griega y cúpula central sostenida por cuatro grandes pechinas, construido en mármol travertino blanco y diseñado en el más puro estilo renacentista por Antonio Sangallo “el Viejo”.

Si divisarlo a lo lejos ya impresiona, mientras el verdor de la arboleda y las vistas de la campiña nos roban la mirada, acceder a la inmensa explanada y contemplar de cerca el Santuario de la Madonna de San Biagio produce verdadero pasmo. El emplazamiento, suspendido en el tiempo entre los feraces campos toscanos, es de tal belleza que escapa de cualquier posible descripción. Aconsejo visitar el lugar atardecer, mientras el mármol va adquiriendo tonalidades rosadas en un espectáculo de imposible olvido.

Para mayor gloria y disfrute de los sentidos, Montepulciano es famoso por producir algunos de los mejores vinos tintos del mundo, siendo de destacar el Vino Nobile de Montepulciano, un auténtico regalo al paladar. Como no faltan algunas buenas trattorias, recomiendo encarecidamente al posible viajero que haga parada y fonda, para degustar con sosiego las especialidades de la cocina toscana, de platos sencillos en los que destacan la calidad de los productos de la zona: queso de oveja “pecorino”, embutidos deliciosos, ensaladas que huelen a huerta, chuletones a la brasa que se deshacen en la boca y, por supuesto, toda las variedades de pastas que imaginarse puedan. Por último, aconsejo tomar un café en en el céntrico "Caffe Poliziano", una joya del siglo XIX en estilo "Art Decó", que no desmerecería en la mismísima Roma. Todo un lujazo para una población que no llega a los quince mil habitantes. Así que lo dicho: incluyan Montepulciano en su próximo viaje a la Toscana, la región con mayor densidad de arte por metro cuadrado del mundo entero.

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