... erigió en dos fases consecutivas entre el 118 y el 133 d.C. No es fácil darse cuenta de la vastedad del recinto, ya que de su extensión total apenas hay excavada una quinta parte. Baste decir que su superficie es mucho mayor que la ocupada por la ciudad de Pompeya.

Entre las características más destacadas de Villa Adriana cabe decir que en sus construcciones se encuentra el reflejo de la memoria cosmopolita de un emperador viajero que se sintió fascinado por Grecia y por la cultura helenística, plasmando detalles de muchos de sus monumentos en esta Villa en la que pasó sus últimos años de vida, entregado a especulaciones filosóficas, tal como lo retrata Margarite Yourcenar en sus justamente célebres “Memorias de Adriano”, aunque sin abandonar en ningún momento las riendas del gobierno imperial.

Villa Adriana fue enriquecida con los mejores mármoles, las más hermosas esculturas y los más suntuosos mosaicos, que expoliados durante siglos, hoy forman parte de las colecciones de los Museos Vaticano,s así como de los mejores museos romanos y colecciones particulares. En cualquier caso, todavía hoy las ruinas de Villa Adriana forman un imponente conjunto monumental en el que las venerables piedras se conjugan con una naturaleza hermosísima en la que los olivos centenarios se entremezclan con altísimos cipreses, pinos y adelfas que reflejan sus gráciles formas en las aguas de fuentes y estanques.

Como el desplazamiento desde Roma es fácil y barato, recomiendo a quienes vayan a Roma la visita a este recinto encantado que refleja como pocos lugares el espíritu refinado de un hombre que fue extraordinario guerrero, incansable viajero, excelente gobernante, dueño del mundo y que legó a la Historia del Arte el último gran prototipo del clasicismo: la figura de Antinoo, su joven favorito bitinio, ahogado en el Nilo en extrañas circunstancias, que a su muerte divinizó en rendido culto y eterno homenaje a su memoria.

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