Etiopia 
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Etiopia

ETIOPIA

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CAMARA NIKON D200

(Si estás interesado en saber la úbicación aproximada donde se ha tomado la foto click aquí ver mapa zona)

Llegué a Addis Abeba un día de agosto por la noche. Como suele suceder, llegando a oscuras a un lugar se está más lejos que nunca de saber lo que te espera al día siguiente y de ahí en adelante. El taxista que me recogió hablaba un inglés defectuoso, pero hablaba mucho y me preguntaba: “¿Qué tal en Etiopía?”. Tras diez minutos en el país no supe qué decir, así que le hice ver que muy bien y él enseñó una sonrisa orgullosa. Después lo vi santiguarse al pasar por delante de una gran iglesia y continuó acelerando el destartalado taxi. En ese momento no pensé en nada, pero poco a poco vería como las cosas se iban repitiendo y daban forma a la personalidad final del viaje.

Un turista dirá que salió literalmente huyendo de Addis Abeba hacia algún lugar de “interés”, dirá que los hoteles son caros, que es una locura, que es difícil pasear, que pocas calles tienen nombre, y probablemente diga más cosas. Puede que haya algo de razón en ello, pero no del todo. Cierto es que es una ciudad que requiere paciencia y algo de voluntad, requiere interaccionar con la gente para pedir ayuda e indicaciones y comprobar su amabilidad, requiere que se salga a dar un paseo por la oferta inagotable de restaurantes, y casi necesariamente, salir por la noche por alguno de los muchos locales en los que la gente de la ciudad a veces olvida las cosas extravagantes de un lugar que por su altura, a veces hace faltar el aire.

Puede decirse que Etiopía nunca fue colonizada salvo por un paréntesis italiano que duró unos pocos años, el resto de su historia se cuece en su propia cultura, su lengua y sus tradiciones. Sin colonización, Addis Abeba es lo que es hoy, una ciudad lejos de tener calles ordenadas, de parques verdes, etc., por lo tanto, algunos de esos visitantes que al salir de sus países buscan sitios “diferentes” o exóticos (si es que alguien entiende lo que es un lugar exótico), se pillarán los dedos con las críticas mientras escapan de la capital etíope ya que es claramente algo lejos de lo que estamos acostumbrados a ver.

Viajar por Etiopía es como entrar en una iglesia, mezquita o sinagoga grande, muy grande. Casi la mitad de su población es cristiana (copto-etiópicos), la otra gran masa creyente es musulmana, con un pequeño porcentaje de religión tradicional y un reducto en forma de aldeas judías, oficialmente reconocidas por Israel y que decidieron no volver a Tierra Santa y quedarse en los orígenes de la Reina de Saba. Que haya diferentes religiones en el mismo país no es ninguna noticia, la noticia es la profunda fe y la educación de los etíopes. La cada vez más repetida respuesta occidental de: “yo no creo en nada”, se encontrará en Etiopía con una incredulidad total. Esta educación repercute en que es un país exageradamente seguro. Leí que los joyeros de las ciudades de Etiopía no tienen seguridad y que llevan su dinero a pie al banco. Lo quise ver y lo vi.

Todo dicho entonces si pensamos en cómo sucede eso en Europa. De este modo, aunque los viajes sean largos, que lo son, todo se compensa con la posibilidad de relajarse y dormir sin miedo a perder hasta la sonrisa en una de las muchas paradas que se hacen a lo largo del camino.

Podría hablar de la fantástica ciudad musulmana de Harar, de su ciudad vieja, mercados y casas de colores, de Gondar, la antigua capital del imperio y sus castillos medievales, de Bahar Dar, el lago Tana y las cataratas del Nilo Azul, de Axum y el Arca de la Alianza, de las iglesias excavadas de Lalibela, patrimonio de la Humanidad y de algo más, de las iglesias esculpidas en roca del Tigray, de la increíble naturaleza y de las carreteras que la suben y la bajan. Pero obviamente, hablando de estas cosas se quedarían atrás muchísimas y nunca se podrán enseñar los olores del café, las voces de la gente, el sabor de la enyera ni el olor de los dedos tras comerla, ni los apretones de manos golpeándose el hombro con quien se tiene delante, ni por supuesto, las sensaciones de un viaje. Con las fotos se enseñan caras, ropas y situaciones, sobre todo se ven colores y se deja un hueco a la imaginación y un preparativo de viaje para ir, volver o soñar con Etiopía.

Volví a España unas semanas después, y pensé en el taxista de mi primera noche, pensé en el inglés y en las tres palabras en amárico con las que intenté comunicarme durante todo el tiempo, en la gente que parecía fría al principio pero hablaba y hablaba, en su orgullo de ser un trozo de África muy pura. Volviendo a la imagen del taxista, pensé que Addis se parecía a lo que vi en esos primeros momentos, pensé en cómo rezaba él y en cómo después vi rezar a todo el país. Después recordé al último taxista que me llevaba al aeropuerto el día en que me iba y en su infinita pregunta: “¿Le ha gustado Etiopía?”. Pensé en su sonrisa cuando le dije sí y pensé que a Etiopía…yo quería volver.

Javier Ruiz Alcocer

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Esta página contiene la foto número 20.708 de nuestro catálogo, ha sido tomada y cedida a manbos.com por Javier Ruiz Alcocer durante un viaje de turismo realizado en Etiopia , EtiopiaET.

La cámara utilizada ha sido una NIKON D200 dotada de un objetivo 18.0-200.0 mm f/ mm, con una focal de 18 mm, una velocidad de disparo de 1/160 seg., una apertura de diafragma de F/8.0 y una sensibilidad ISO de 100. La fotografía ha sido vista hasta la fecha 3.196 veces.

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Etiopia - Ethiopia 20708





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