Grandes Viajes Manbos
EGIPTO pág. 2/3  
UN CRUCERO POR EL NILO
por Ana Vara Vargas, fotos de David Santiago

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El otro lado del río, la ciudad de los muertos, esconde el Valle de los Reyes, el de las Reinas y el de los Nobles. Un paisaje árido y desolado donde se encuentran excavadas las tumbas de los faraones, provistas de salas y pasillos labrados y decorados con pinturas y murales que aún guardan sus colores originales. Hasta la fecha solo la de Tutankamon escapó de los saqueos de los ladrones, lográndose mantener intactos todos sus tesoros que hoy guarda celosamente el Museo Egipcio del Cairo. Cada faraón construía en esta orilla su propio templo, aunque actualmente solo quedan los restos de dos de ellos y el majestuoso templo de Hatshepsut, la única mujer faraón, que emerge de la montaña en forma apaisada y de dos pisos y que ofrece una vista inmensa del desierto.

De vuelta al embarcadero, los colosos de Memmon, dos gigantescas estatuas que en su día flanqueaban la entrada al templo de Amenofis III -destruido por el tiempo y los terremotos-, hoy custodian la nada. Son apasionantes las leyendas que los envuelven y que han atraído a lo largo de la historia a numerosos viajeros.

El cansancio, el polvo y el calor que se acumula al cabo de una jornada de visita a los templos, se compensa por las sensaciones que uno ha recibido en cada recodo del camino y sobre todo por nuestro lujoso hotel flotante: darse un baño en la piscina, envolverse en una toalla blanca de algodón o tomarse una cerveza fría en las elegantes mesitas de madera es todo un placer. Los camareros, atentos a cualquiera de nuestras indicaciones, ya han preparado en el piso de abajo los exuberantes bufés, y la sala de fiestas está lista para recibir a los músicos locales y el espectáculo de esa noche.

Remontamos las aguas del Nilo hacia a Asuán. Desde los camarotes vemos desfilar ante nuestros ojos las bulliciosas orillas repletas de casas de adobe, juncos, palmeras y verdes áreas de cultivo que contrastan con las zonas desérticas de más allá.

La primera ciudad en la que desembarcamos es Esna, una pequeña localidad de estrechas callejuelas repletas de vendedores, que esconde el templo de Jnum, el dios alfarero con cabeza de carnero que daba forma a los hombres en su torno. A Edfú se desembarca para visitar del templo de Horus, el dios halcón, un recinto perfectamente conservado con un patio al que suceden varias salas encadenadas, que progresivamente se van oscureciendo. Kom Ombo se yergue solitario en la orilla del río. Erigido en honor a dos dioses -al dios cocodrilo Sobek y a Horus-, es un templo doble: posee dos pilones, dos patios, dos salas hipóstilas, hasta los santuarios son dobles. Todo ello para satisfacer a las dos deidades.

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  Camellero frente a la piramide
El Valle de los Muertos
Travesia en camello
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