Grandes Viajes Manbos
MARRUECOS pág. 1/4  
EL GRAN SUR, MARRUECOS
por Ana Vara Vargas, fotos de David Santiago

En el sur del Alto Atlas, donde las montañas se encuentran con el desierto, se elevan áridas colinas y se forman profundos cañones que llegan hasta el borde del Sáhara. Es el Gran Sur, una región en la que la arena intenta invadirlo todo, pero los ‘oudes’, o cursos de agua, forman un camino lleno de vida donde los hombres han sabido levantar impresionantes ciudades: son las kasbas marroquíes.

Muchas veces, lo más llamativo de una región cuando llegas por primera vez, es su luz. La vista desde el aire al llegar a Ouarzazate es asombrosa. Aquí la luminosidad es intensa y los colores de una riqueza suntuosa. Es posible que sea por el contraste de sus paisajes: arenas doradas, cañones de escarpadas paredes que se abren sobre un campo verdeante, cursos de agua de color esmeralda y, por todas partes, emergiendo de un palmeral, kasbas rojizas, ciudadelas de tierra y ciudades fortificadas de color arena.

Ouarzazate se encuentra en el cruce de caminos de los valles del Draa, del Dadés y del Ziz, esas gargantas formadas por los ríos, que crean a lo largo de sus orillas una cinta fértil donde los hombres han sabido hacer milagros. Su emplazamiento, a 1160 metros de altitud, su localización en la intersección de los valles y el hecho de que se localice en la ruta principal que separa las montañas del desierto, hizo que fuera utilizada como antigua Plaza Fuerte de la legión francesa en 1928. Hoy en día, Ouarzazate es una ciudad tranquila, de anchas calles, grandes hoteles y numerosos jardines municipales. La atraviesa una única calle principal, la Avenue Mohammed V, que continua hacia el valle de Dadés para encajarse en el Gran Atlas.

Lo más deslumbrante de esta ciudad es la magnífica kasba de Taourirt, antigua residencia del Glauoi, que emerge de una masa de casas apretadas. Durante mucho tiempo, ha desempeñado las funciones de un castillo fortificado, por ser un lugar donde gente y animales se refugiaban de los ataques, del frío y de otras amenazas. La familia Glaoui era la dueña y señora del sur, y controlaba el acceso al Alto Atlas, de hecho, colaboró con los franceses en la expansión de su dominio hacia el sur. La kasba se construyó durante el siglo XVIII. La fachada está compuesta por altos muros lisos de tierra labrados y decorados con dibujos geométricos en falso relieve. En el interior, un confuso laberinto de escalinatas a todos los niveles nos conduce a las habitaciones, que tienen techos de madera pintados con alegres colores. Junto a la kasba hay un antiguo pueblo bereber, posiblemente anterior a la kasba. Recorrer las estrechas y sinuosas calles del ksar –pueblo fortificado- es una experiencia. Cientos de niños salen a nuestro encuentro; curiosamente y a pesar de estar en Marruecos, no quieren vendernos nada, simplemente observan con curiosidad todo lo que llevamos y eso sí, hay que hacerles una fotografía, es un honor para ellos –y más aún para nosotros-.

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