MYANMAR, LA TIERRA DORADA Y AZAFRÁN por Ana Vara Vargas, fotos de David Santiago
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El brillo dorado de las cúpulas es la imagen más persistente que queda grabada en nuestra memoria, pero ahora hay que poner rumbo a Kalow. De camino, en medio de la planicie, se alza un volcán extinguido coronado con una impresionante pagoda: el monte Popa, el centro religioso de los nats, los 37 espíritus que aún hoy dan un toque de paganismo a la religión mayoritaria birmana: el budismo theravada.
Durante 8 horas un panorama magnífico desfila ante nuestros ojos. Las planicies cubiertas de palmerales y campos de arroz van dando paso a un paisaje montañoso y escarpado: hemos llegado a Kalow, una popular estación de montaña en la época colonial inglesa de Myanmar. Contratamos los servicios de un guía local para realizar un trekking hasta el Lago INLE. El primer día subimos y bajamos suaves lomas, visitamos pequeñas aldeas habitadas por las etnias palaung y pa-o y otras comunidades primitivas: intha, shan, taungthu, taung-yo, danu, kayah, danaw y bamar. Los niños nos observan tímidamente y las bellas mujeres, que llevan un pañuelo en la cabeza de distintos colores según la etnia a la que pertenezcan, nos saludan y sonríen. Mr Hla Aung, gran conocedor de la zona, nos ayuda a diferenciar las distintas especies de planta y cultivos que se cruzan en nuestra ruta: plantaciones de judías, chile, jazmín, jengibre, bambú y arrozales, que se entremezclan entre los enormes árboles tropicales. Al caer la tarde llegamos a un monasterio aislado en las montañas, en el que 30 monjes novicios juegan, como niños que son, sin que el monje adulto, entregado al estudio o la meditación, se vea tentado a reprenderlos. Allí pasamos el resto de día, ante el revuelo y emoción de nuestros pequeños anfitriones. Hay peleas por prepararnos la cena o el camastro y competiciones por ver quién llama más la atención de estos invitados occidentalizados de aspecto extraño. A la mañana siguiente nos despedimos de los pequeños novicios y comenzamos el descenso por caminos embarrados hasta llegar al Lago INLE, un bucólico escenario habitado principalmente por los intha, famosos por su forma de remar. En las aguas del lago se han levantado aldeas, casas y pagodas, se han creado huertos, se pesca y se celebran mercados flotantes y festivales. Canoas y lanchas motoras son nuestro único medio de locomoción para disfrutar durante varios días de la intensa actividad que se asientan en las orillas. Un exótico lugar para terminar nuestro viaje en el país de las sonrisas.
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