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TUTANKHAMON

SU VIDA, SU MUERTE Y SU MALDICIÓN


Cosas maravillosas

En la tarde del domingo, 26 de noviembre de 1922, Howard Carter miraba con ansiedad, ayudado por una temblorosa vela, a través del pequeño agujero abierto en la puerta de acceso a la tumba de Tutankhamon, mientras lord Carnarvon le apremiaba insistentemente:

• ¿Qué ve usted, Carter, que ve…?
• Cosas maravillosas – dijo Carter sin ceder un ápice al excitado conde

Habían transcurrido seis largos años desde que Carter iniciara la intensa y desesperada búsqueda de la primera tumba regia encontrada sin profanar en el Valle de los Reyes.

Tres semanas antes, el día 4 del mismo mes, en las excavaciones practicadas bajo la tumba de Ramses VI se descubrió un escalón tallado en el suelo de piedra del valle. Al día siguiente eran ya doce los escalones que conducían hacia un pasadizo lleno de cascotes cuyo final estaba franqueado por una puerta de bloques de piedra con una capa de yeso donde se había grabado el sello de los guardianes de la necrópolis: un chacal tumbado sobre las figuras de nueve prisioneros extranjeros. Estaba a punto de producirse el más memorable de los descubrimientos arqueológicos del sigo XX.

El lunes, 6 de noviembre, Carter cablegrafió a George E.S.M. Herbert, quinto conde de Carnarvon, su desencantado patrocinador hasta la fecha (le había hecho una aportación económica de 5000 libras), quien después de leer el mensaje, cuyo texto decía: “Ayer se ha hecho un maravilloso descubrimiento en el valle, una magnífica tumba con los sellos intactos. He vuelto a cubrirlo hasta su llegada. Felicitaciones”, se apresuraba a hacer las maletas para no perderse tan esperado momento.



Howard Carter llevaba 23 años en Egipto y todo el mundo conocía su enemistad infinita hacia los profanadores de tumbas que durante miles de años habían estado saqueando los recintos mortuorios de los faraones. Aquellas tres semanas que pasaron hasta que pudo vislumbrar las ‘cosas maravillosas’ que encerraba la cámara sellada durante 3000 años, debieron ser las semanas más angustiosas de su vida.

Lord Carnarvon llegó a Luxor el 23 de noviembre junto con su hija Lady Evelyn Herbert y ese mismo día la famosa maldición de la tumba de Tutankhamon empezó a hacer de las suyas. El canario de la buena suerte que Carter se había comprado seis años antes, al enterarse de que contaba con el apoyo económico del conde, fue devorado por una cobra. La tradición postulaba que la Diosa Cobra Wadjet protegía a la realeza egipcia, por lo que este episodio fue interpretado por los excavadores como un presagio de las muertes por venir.

Entrevista a D. Hamdi Zaki

El Instituto de Estudios del Antiguo Egipto, en conmemoración del 80 aniversario del descubrimiento de la tumba de Tutankhamon, ha celebrado una multitudinaria conferencia, (a la que he tenido el honor de asistir) de la mano de D. Hamdi Zaki, Consejero de Turismo de la Embajada de Egipto en España y reconocido experto mundial en la cultura faraónica.

P.- ¿En que año vivió Tutankhamon y que se sabe de este famoso faraón?.

R.- Tut-Anj-Aten, hijo de Amenhotep III y Tiy nació probablemente hacia el año 1361 a.de C. Se casó cuando tenía nueve años con su sobrina Anj-es-en-pa-Aten y debió ser coronado como rey del Alto y del Bajo Egipto sobre el año 1352 a. de C. en la ciudad de Tebas, momento en que cambió su nombre por el de Tut-Anj-Amen (Tutankhamon). Debido a su corta edad contó con el apoyo para gobernar de dos importantes personajes, Ay (posible tío suyo), general de caballería de Aj-en-Aten (Akhenatón) y un segundo general del ejército llamado Hor-em-Heb. Reinó durante diez años y durante este corto periodo de tiempo consiguió restaurar el orden tradicional, reponiendo el culto a los diversos dioses que su hermano Akhenaton (Amenhotep IV) y su bella esposa Nefert-ity anteriormente habían monoteizado hacia el dios Atón. Con su reconocimiento de la supremacía del Amón tebano, en Tebas florecieron multitud de capillas, templos y estatuas. Hacia el 1342 a. de C., a los diecinueve años de edad, la muerte sorprendía al joven faraón. Su viuda fue obligada a unirse en matrimonio al “Padre Divino” Ay, para poder legitimar el ascenso al trono del general de caballería de Akhenatón. Con la muerte de Tutankhamon se extinguía la gloriosa decimoctava dinastía.



P.- ¿Se sabe cual fue la causa de la muerte de Tutankhamon?.

R.- Cuando se pudo analizar la momia de Tutankhamon se descubrió que presentaba una herida en la mejilla izquierda. Pudo ser producida por una fuerte infección o por un accidente mientras cazaba montado en su carro, pero existe una teoría que postula su asesinato a manos de su tío y sucesor Ay. En 1969 se utilizaron rayos X para analizar la momia descubriéndose una lesión importante en el occipucio, con el aspecto de haber sido producida por el golpe de una maza.

P.- ¿Cómo es posible que durante más de 3000 años la tumba permaneciera sin profanar?

R.- A la muerte de Ay, Hor-em-Heb le sucedió en el trono. Este nuevo señor de Egipto hizo desaparecer los nombres del joven rey allí donde fueron hallados apropiándose de sus monumentos y estatuas. Solo reconoció como legítimo antecesor al gran Amenhotep III, por lo que la memoria de Tutankhamon se terminó perdiendo. Posteriormente, en las postrimerías del Imperio Nuevo, Ramses VI decidió excavar su hipogeo encima del lugar de acceso a la tumba de Tutankhamon, con lo que los vestigios de su enterramiento desaparecieron entre cascotes y arena. En realidad se piensa que durante la época faraónica se llevaron a cabo dos robos con muy poca diferencia de tiempo.

Las pistas para el descubrimiento

P.- ¿Qué pistas pudieron inducir a su descubrimiento?.

R.- En 1907, el abogado y excavador americano Theodore Davis creyó haber encontrado la tumba de este rey al toparse con algunos objetos revestidos de pan de oro con los nombres de Tut-Anj-Amen, Anj-es-en-Amen y Ay en una reducida estancia subterránea, sin duda restos de los funerales durante el enterramiento. Cerca de aquella estancia Davis encontró un pequeño pozo en el suelo que contenía una docena de jarras de cerámica blanca rellenas con trozos de tela de lino, algunos de los cuales llevaban escrito la palabra Tut-Ank-Amen, una pequeña máscara antropoide hecha de yeso y otras varias piezas de cerámica, huesos de aves, algunos collares y dos escobas. La mayoría de estos objetos fueron llevados por Davis al Metropolitan Museum de Nueva York donde fueron estudiados por Herbert Winlock, responsable del departamento de antigüedades egipcias. Al contrario que Davis, quién pensaba que se trataban de restos de alguna tumba saqueada, Winlock dedujo muy acertadamente que dichos restos formaban parte del material usado por los embalsamadores al momificar el cuerpo de Tutankhamon y aunque nunca hizo públicas sus conclusiones, a Howard Carter se lo comunicó de forma privada, lo que para Carter constituyó una certera pista sobre la ubicación de la tumba en el Valle de los Reyes.

P.- ¿Quiénes fueron los primeros en entrar en la tumba?

R.- El 26 de noviembre de 1922 solo cuatro personas pudieron vislumbrar su interior: Howard Carter, Lord Carnarvon, Evelyn Herbert (hija de Carnarvon) y Callender (colaborador de Carter). El miércoles, 29 de noviembre se procedió a su apertura oficial, estando presentes, aparte de las cuatro personas señaladas, Lady Allenby (esposa de Lord Allenby, jefe del departamento de antigüedades), Abd el Aziz Yehia (gobernador de la provincia), Mohamed Bey Fahmy (namur de distrito), Merton (corresponsal del Times de Londres), y diversos nobles y autoridades egipcias.

Los objetos que había dentro de la cámara

P.- ¿Qué objetos maravillosos se encontraron dentro?

R.- Hay que tener en cuenta que a pesar del gran descubrimiento que supuso, la tumba es relativamente modesta, su construcción se realizó durante la decadencia de la XVIII Dinastía y Tutankhamon no fue un poderoso faraón. No obstante, el ajuar funerario que contenía constituye uno de los grandes tesoros de la arqueología de la Antigüedad.

En la antecámara se encontraron tres lechos dorados flanqueados por parejas de dioses y otros cuatro más modestos. Ante la puerta de la cámara funeraria aparecieron dos estatuas de tamaño natural con aplicaciones de oro y su cuerpo impregnado de negra pez representando la resurrección del alma del faraón. Carter describió estas figuras como algunos de los objetos más importantes hallados en la antecámara, aunque se encontraron muchos más objetos de gran riqueza como muebles, pequeñas estatuas, vasos de alabastro, destacando el impresionante trono de Tutankhamon considerado como una de las piezas más ricas del arte suntuario de la Antigüedad. Su estructura es de madera noble y su superficie está cubierta de materiales preciosos como el oro, incrustaciones de piedras semipreciosas y vidrios policromados. En su respaldo se observa una escena del faraón junto a la reina, bajo los rayos benefactores del dios solar Atón.



Dentro de la cámara funeraria se encontró el armario destinado a contener los vasos canópicos (órganos vitales extraídos durante la momificación). Estaba revestido con láminas de oro trabajadas en relieve con escenas representando al faraón en compañía de las divinidades encargadas de la conservación de los órganos vitales y rodeado de estatuillas de madera dorada. Un baldaquino acogía a toda la estructura que a su vez se encontraba rematada por un friso de Uraeus (cobra protectora, símbolo de la fuerza y la destrucción). Al abrir el armario se encontró otro más pequeño de alabastro que contenía los vasos canópicos.

El sarcófago del faraón se hallaba a continuación del armario. Estaba compuesto de tres féretros distintos, el más rico y suntuoso es de oro repujado (pesa 110 Kg.) y se encontraba protegido por los otros dos mayores de madera adornados a su vez con aplicaciones de oro, esmaltes y piedras semipreciosas. Los sarcófagos representan la imagen portando los símbolos del poder real: tocado faraónico (nemos) con la cabeza de buitre y la cobra en el frente, la barba postiza, el báculo y el flagelo que cruza sobre el pecho. La moni estaba envuelta en un rico sudario acompañado de amuletos de carácter profiláctico y pequeñas láminas de oro con inscripciones jeroglíficas en las que los dioses acogían al faraón como parte integrante del panteón divino.

P.- ¿Cuánto tiempo duraron los trabajos y cuántos objetos se encontraron en la tumba de Tutankhamon?

R.- Los trabajos de extracción se prolongaron durante diez años siendo dados como finalizados por Carter el 2 de marzo de 1932. En el Museo de El Cairo están catalogados y numerados más de 4000 objetos procedentes de la tumba, aunque sólo se exponen al público unos 1700 objetos por falta de espacio. En el Museo de Luxor también se encuentran algunas valiosas piezas, como la escultura en madera de la diosa Hathor. Actualmente se está preparando un nuevo museo cerca de las pirámides de Gizeh a donde serán trasladados y expuestos todos los objetos de Tutankhamon en óptimas condiciones de conservación.

P.- ¿Se puede ver la momia de Tutankhamon en el museo de El Cairo?.

R.- No. Tutankhamon descansa en su primer sarcófago momiforme instalado en el interior de su tumba del Valle de los Reyes. Howard Carter quiso que la momia permaneciera en su tumba original y allí estuvo hasta que en noviembre de 1925 se procedió a su autopsia. Esto dio mucho que hablar, pues algunas personas pensaron que había sido ultrajada en aras de su estudio. Después de muchas discusiones (incluso se llegó a proponer su instalación en la cámara vacía de las pirámides de Gizeh) los comerciantes y los habitantes de Luxor presionaron para que volviera a su lugar de origen.

La maldición de Tutankhamon

P.- Ha llegado el momento de hablar de la maldición de Tutankhamon. ¿Todo empezó con la muerte del canario de Carter devorado por una cobra?

R.- Ciertamente fue un mal presagio que se unió a la picadura que recibió Carter en una mano por un alacrán, el día anterior al descubrimiento de la tumba. Los trabajadores de la excavación también pudieron observar un halcón que sobrevolaba la tumba en dirección Oeste, “hacia el otro mundo”, como creían los egipcios.

El hallazgo de la tumba levantó todo tipo de disputas entre Lord Carnarvon, que financiaba la excavación e insistía en proclamar que era de su propiedad, y las autoridades egipcias. La concesión dada a Lord Carnarvon estipulaba que si la tumba estaba inviolada, los tesoros pertenecían al gobierno egipcio, pero si hubiese sido violada, la mitad de todo lo encontrado pertenecería a Lord Carnarvon. Esto ensombreció el descubrimiento y dio origen a toda suerte de artículos sobre el tema. La novelista Marie Corelli llegó a vaticinar la muerte de todos los involucrados en la apertura de la tumba como consecuencia de las antiguas maldiciones que habían alarmado a los árabes durante el siglo VII advirtiendo sobre los riesgos mortales para todo aquel que se atreviera a perturbar el descanso de los faraones.

Se sabe que han existido maldiciones en Egipto. En la tumba de Ursu (dinastía XVIII, 1570-1320 a.de C. se encontró un párrafo escrito amenazando a todo aquel que penetrase en el recinto, dañase su tumba, sacara o violara su cadáver, con el castigo de Ra, por el cual “no transmitirá sus propiedades a sus hijos, su corazón no estará satisfecho en vida, no recibirá agua en la necrópolis y su alma será destruida para siempre”.

Durante los milenios que duró la civilización egipcia, los saqueadores de tumbas han estado operando organizados en verdaderos clanes. En todo ese tiempo, se calcula que 200 millones de personas fueron enterradas en Egipto junto con su ajuar funerario. Los ajuares más ricos se enterraban junto a los faraones y nobles. Se supone que hubo más de 300 faraones y solo ha sido hallada la quinta parte de sus tumbas. De ahí que cualquier precaución fuese poca para evitar el expolio y se recurriera a menudo a las maldiciones.

En la tumba de Tutankhamon, oficialmente no se han encontrado jeroglíficos que anuncien alguna amenaza en este sentido. Algunos autores aseguran que Carter encontró en la antecámara una pieza de arcilla con una inscripción que decía: “La muerte golpeará con su bieldo a aquel que turbe el reposo del Faraón” y que para no alarmar a los trabajadores fue tachado de la lista de objetos encontrados. No obstante, los hechos que acontecieron posteriormente, han ayudado mucho a la divulgación de esta maldición.

Rumores de muertes

En primer lugar, Lord Carnarvon fue picado en su mejilla izquierda por un mosquito cuando solo había transcurrido un mes desde la profanación del sepulcro. La picadura se le infectó al cortarse mientras se afeitaba, y esto le produjo una neumonía que acabó matándolo el 5 de abril de 1923 en su habitación de hotel en El Cairo. Justo en el momento de su muerte, se produjo un apagón eléctrico que dejó a oscuras toda la ciudad. Sus últimas palabras en el lecho de muerte fueron: “He escuchado su llamada y le sigo”. Al mismo tiempo, en Inglaterra, Susie, su fox terrier dio un espeluznante aullido y cayó muerta sobre el tapete rojo de la biblioteca de Highclere Castle, residencia habitual de Lord Carnarvon.

Los rumores de la maldición empezaron a extenderse por todo el mundo como un reguero de pólvora ardiendo. Toda la prensa se hizo eco de dichos rumores después de haber tratado en primera plana el hallazgo de la tumba y su tesoro.

Para colmo, poco tiempo después moría Aubrey Herbert, con 48 años, el hermano menor de Lord Carnarvon, quien se suicidó en un arrebato de locura. La siguiente en fallecer, con 28 años, fue la enfermera que atendió a Carnarvon hasta su muerte. En 1929 fallecía en su cama el secretario de Carnarvon cuando gozaba de buena salud, desconociendo la causa de su muerte. En febrero de 1930 Lord Westenrys, de 78 años, padre del secretario de Lord Carnarvon se lanzaba al vacío desde el séptimo piso donde vivía, muriendo en el acto. Dicen que guardaba en su habitación una jarra de alabastro procedente de la tumba de Tutankhamon, y cuando era llevado al cementerio, su coche fúnebre atropelló accidentalmente a un niño de 8 años y le mató.

Hubo más muertes relacionadas con la excavación. Los profesores Breasted y La Fleur fallecieron poco tiempo después de visitar la tumba, igual que el millonario estadounidense George Jay Gould. El asistente de Carter, Mace, tuvo un acceso de fiebre y también murió. Otro ayudante, Richard Bethell también murió con 45 años. El egiptólogo Evelyne White que había mostrado gran interés en el examen del sepulcro, sufrió un estado de postración y rechazó las atenciones médicas hasta que se suicidó dejando un mensaje que decía: “Pesaba sobre mí una maldición a la que no tengo más remedio que someterme”.

Se han podido registrar un total de 26 muertes relacionadas con la tumba de Tutankhamon, sin embargo, las investigaciones del egiptólogo alemán Georg Steindorf en 1933 demostraron que no existían causas sobrenaturales en las muertes de aquellas personas.

Howard Carter, la persona más implicada en la tumba de Tutankhamon, murió el 2 de marzo de 1939 a los 70 años de edad, de muerte natural. Nunca creyó en la maldición y cuando alguien le preguntaba sobre ella respondía: “Todo espíritu de comprensión inteligente se halla ausente de esas estúpidas ideas” .

Teorías de las extrañas muertes

P.- ¿Existe alguna teoría científica que pueda explicar todas esas muertes?

R.- En realidad, desde el punto de vista matemático, la relación entre las muertes y las personas que visitaron por aquellas fechas la tumba, viene a ser despreciable. En febrero de 1923 la reina Isabel de Bélgica entró en la tumba acompañada de Lord y Lady Allenby junto con Maynard Owen Williams, reportero del National Geographic encargado de cubrir la noticia. Williams cifró en unas 10.000 personas, entre turistas, aventureros y curiosos que se habían acercado a la tumba desde su descubrimiento.

No obstante, entre las muchas hipótesis propuestas hay cuatro o cinco que destacan sobre el resto:

La teoría de las radiaciones. Los científicos de la ciudad atómica de Oakridge pensaron en la posibilidad de que los antiguos egipcios conociesen ciertos materiales radiactivos y hubiesen colocado en lugares estratégicos algunas substancias cuyo efecto pudo persistir al cabo de 3300 años. Ningún detector de radiaciones ha permitido demostrar hasta la fecha la presencia de substancias radiactivas.

Hipótesis del Aspergillus Níger. El Dr. Ezz Eldin Taha, médico biólogo de la Universidad de El Cairo, convocó el 3 de noviembre de 1962 una conferencia de prensa en la que reveló que después de examinar a numerosos arqueólogos, en todos a descubierto la presencia de un hongo, el Aspergillus Níger, que provoca fiebre e inflamación de las vías respiratorias, que pudiera ser la supuesta causa de la maldición de los faraones. Este hongo vive en las momias y en los sepulcros cerrados y podría ser tratado con antibióticos. Poco después de esta conferencia, mientras viajaba de El Cairo a Suez por una carretera rectilínea, chocó frontalmente con otro vehículo muriendo en el acto, junto con dos colaboradores que le acompañaban.

Hipótesis del veneno. Los egipcios conocían la existencia y obtención del ácido prúsico o cianhídrico a partir de los huesos de melocotón. Este gas causa la muerte instantánea por asfixia. El veneno podía haber sido utilizado en forma de polvos esparcidos sobre la momia y los alrededores o mediante alguna sustancia volátil que fuera poco a poco contaminando la atmósfera de la tumba. En casi todas las tumbas profanadas se encontraba un pequeño agujero perforado en la pared, como una posible precaución de los saqueadores para dejar escapar previamente el veneno contenido dentro. Carter también utilizó esta técnica y lo explicaba diciendo que “así se prevenía de la existencia de algún gas venenoso”. Los trabajos del comandante Robert Philips, oficial médico y delegado naval para las investigaciones científicas de El Cairo, demostraron que no había veneno alguno en las tumbas.

Hipótesis de la Histoplasmosis. Esta enfermedad se adquiere por la aspiración de un microhongo, el Histoplasma capsulatum, que se encuentra en las deyecciones de los murciélagos. Una de sus variedades grave, muy rara, puede producir la muerte en personas con procesos pulmonares crónicos y sistema respiratorio debilitado. El científico Dr. John Walter Wiles, preocupado por la muerte de los egiptólogos, realizó una serie de trabajos de investigación que le llevaron a la conclusión de que la histoplasmosis era la causa de estas muertes. A pesar del gran número de arqueólogos y obreros que han trabajado durante muchos años excavando tumbas en el Valle del Nilo, la incidencia de esta enfermedad ha sido nula.

La teoría de los ácaros. Es posible que ciertos ácaros microscópicos que desarrollan su actividad en las momias y cadáveres desecados fueran los responsables de aquellas infecciones. Los que manejaban antiguos papiros sufrían a menudo la “sarna de los coptos”, lo que puede ser un indicio. Los ácaros son parte de la llamada “Octava escuadra de la muerte”, bien conocida por los antropólogos forenses. Su misión es destruir los restos desecados de partes que quedan después de haber pasado las escuadras de dípteros, coleópteros, lepidópteros y demás insectos de las otras siete escuadras de la muerte. Estos ácaros son arácnidos microscópicos de la familia del "arador de la sarna", el Sarcoptes scabiei, capaz de producir tremendas lesiones pruriginosas en el cuerpo, especialmente en las manos. Algún ácaro puede haber sido transmisor de un virus capaz de matar.

Tutankhamon fue un pequeño rey que vivió hace 3300 años, durante apenas 19 años y posiblemente murió asesinado a manos de su protector. Se casó a los nueve años con una sobrina y desconocemos si tuvo descendencia. En su tumba se hallaron dos fetos momificados que pudieron ser hijos suyos. Gracias al esfuerzo y tesón de Howard Carter hemos podido penetrar en un periodo remoto de la historia de la Humanidad, viendo, tocando, oliendo y sintiendo trozos auténticos de una asombrosa civilización cuyos retazos culturales nos miran desde la profundidad de un tiempo a la vez misterioso y enigmático.

Desde hace milenios, Egipto guarda tesoros maravillosos para todo aquel que quiera descubrirlos.

Quizá sea ya el momento de partir hacia allí…

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